sábado, 19 de febrero de 2011

ANTE LA MUERTE

Antes y hoy se pueden presentir aquel enigma del despojo del alma del cuerpo con el aullido de los perros, el alboroto de las aves y más animales que perciben lo que se atribuye como el "recoger los pasos". Este anticipo de la muerte se puede escuchar horas antes de la muerte de una persona.

Los macabeos, antiguamente, acostumbraban a rezar con el moribundo para recordarle que tenía que prepararse con su conciencia para la otra vida, además debía elaborar un testamento, como prueba de responsabilidad con sus herederos.

El señor párroco al conocer que hay un agonizante llegaba su lecho para administrarle los santos óleos. Durante todos estos ritos, los familiares, amistades y más acompañantes debían permanecer en absoluto silencio, permitiendo que el descanso sea tranquilo, caso contrario, su desenlace sería sufrimiento, dolor y tristeza. "El llanto, las emociones, no contribuyen en estos últimos momentos", decían los mayores, acota doña Modesta.

El respeto ha sido muy importante para los misioneros y nosotros mismos. Siempre se evitó que los niños interfieran a los mayores, peor que al moribundo se le moleste en el trance; era mejor rezar, aunque sea en el interior del corazón. No se puede abandonar al paciente, para charlas, risotadas o disputas, como suele acostumbrarse en estos días.

Producido el desenlace se colocaba el cadáver en una mesa, la cual debía estar provista de sábanas blancas y Flores. El cuerpo se le rodeaba de una tela blanca, para luego atar algunos ramos benditos con un cordón atado a la cintura. Este era el símbolo de la asechanza al demonio. Posteriormente cambiaron las costumbres, al difunto se le despedía con sus mejores vestidos o terno.

Cuando alguien fallecía, había un movimiento de familiares, vecinos y amigos, para colaborar y acompañar al sepelio y luego a su última morada.

Se preparaba buena alimentación para todos los acompañantes, asimismo no se olvidaban de los sepultureros, aquellos que preparaban la cavidad donde se depositaría al fallecido. Las comisiones se encargaban de la atención y los detalles del acontecimiento.

El doblar de las campanas acompañaban al sepelio y luego al camposanto. Aunque las campanadas han cambiado, dice doña Modesta, antes era un solo de retórico, hoy se identifican con dos campanadas a la mujer y tres de los hombres.

Para el velorio, tradicionalmente, los mayores traían su velita y algunos inclusive alguna ayuda económica de acuerdo a las necesidades de la familia del finado. Luego había la predisposición para rezar y cantar alabanzas al señor por el eterno descanso. Las ceras eran confeccionadas en la gran mayoría en los mismos hogares macabeos. Se utilizaban las semillas maduras de laurel cosechadas en las playas del río Upano.

Se confeccionaba un pequeño altar con los candelabros, adjunto al difunto, el mismo que permanecía por nueve días, luego de haber depositado el féretro en la tumba, para iniciar el novenario por la salvación de su alma.

La caja era llevada en los hombros de los familiares y más allegados al extinto. Al llegar al cementerio se realizaba una última ceremonia y se depositaba el ataúd en la fosa. Unos terrones eran lanzados sobre la caja, posiblemente en memoria de las bíblicas palabras "recuerda que es polvo y en polvo que convertidas".

Retornaban al lugar para ese mismo día iniciar el novenario.

Los antiguos recuerdan que el cementerio era en el sitio que hoy es el parque central de Macas, luego estuvo en el lugar donde hoy funciona la emisora voz del Upano, para posteriormente trasladarse al sur de la ciudad, donde actualmente está ubicado.


Modesta Rivadeneira. Tomado de MACAS EN EL UMBRAL DE LOS RECUERDOS. Casa de la Cultura, Núcleo de Morona Santiago

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