jueves, 7 de julio de 2011

EL PESEBRE DE DON DESIDERIO ANDRAMUÑO


Don Vicencio Desiderio Andramuño Carvajal llegó a Macas procedente del hermana provincia del Chimborazo, siendo bien joven y, no conocía nadie, pidió alojamiento a la Misión Salesiana, siendo Director de la misma, el padre Juan Vigna. Vivía con los internos trabajando en la carpintería de la Misión, bajo la dirección de don Octavio López, teniendo como compañeros de trabajo a don Angel Rogerón, Jacinto Noriega y don Gonzalo Castillo.

Entre las obras que realizaron están: la Iglesia de Macas, que posteriormente se quemó; construyeron la iglesia y el convento de los Padres de Sevilla, aún hoy se puede ver en uno de los pilares sus siglas. En Macas construyó muchas casas y junto a su compadre César Ortiz, un buen ebanista, realizó muchas obras de lujo, entre cuadros, el altar central de la Iglesia de Macas, etc.

Como doña María Asunción Jaramillo Merino, pasó interna en la Misión de Macas, bajo la dirección de sor María Troncatti y sor Carlota Nieto, aquí se conoció con don Desiderio y se casaron en 1939, de cuyo hogar tuvieron los siguientes hijos: Luis, Magdalena, Miguel, Fabiola, Mélida y Samuel.

Con ayuda del P. Vigna adquirió un terreno y casa en Macas por el valor de 1000 sucres, a crédito, que después construyó varias casas de arriendo y de su terreno una parte vendió y entregó a sus hijos.

Como Macas en aquel tiempo era pequeña, don Desiderio considero hacer la ciudad de miniatura, por lo que comenzó a almacenar material, como palitos de helados, cartones para formar las casas y hacer el techo de las mismas del material ondulado.

Como fuera devoto del Niño Jesús, en las Navidades pedía la celebración de misas diaconadas, hacía el Pase del Niño y a los acompañantes les brindaba la chicha de jora.

Cuando ya iban a realizar la construcción de la ciudad de Macas el miniatura, una noche tuvo un sueño que le hace despertar en la madrugada a dibujar un proyecto de la ciudad de Belén y Nazaret, siguiendo las enseñanzas de la Biblia ya que había decidido hacerse evangélico.

En lugar de hacer la ciudad de Macas, comenzó a ser la ciudad de Belén y Nazaret, obra que construía en sus momentos libres y que le ocupó un espacio de más o menos 15 años.

Al comienzo sus casitas las ponía en la calle para que se seque la pintura, obra que le permitió la gente que pasaba admirar su habilidad.

La ciudad de Belén tiene 52 casas, cada una es diferente de las otras; cada casa tiene cuatro lados diferentes pintados en su interior y exterior, bien iluminada. Cada calle tiene veredas y sus postes con luz; tiene un parque amplió con las mezquitas y el Palacio del Rey, colocadas estratégicamente en su lugar. Los senderos que conducen y conectan a Nazaret, como es un pueblo muy diferente a la ciudad de Belén, cada casa está junto a sus sementeras.

Se puede apreciar que la casa del Mesón está llena, por lo que el Niño Jesús nace en el establo junto a las vacas y más animales domésticos.

Para ubicar el Pesebre, don Desiderio construyó en su casa un cuarto de cuatro metros en cuadro y lo exhibía cada mes de diciembre. A cada persona que visitaba le brindaba un plato de buñuelos y una copita de vino.

Como era ya tradicional, todas las Navidades se abrían las puertas al público.
Este pesebre nunca participó en los concursos organizados por el Municipio de Moróna.

El periodista chileno Fernando Villarruel, hizo un reportaje de 15 minutos de este Pesebre y fue transmitido por Teleamazonas. El mismo periodista publicó en el Suplemento Dominical del Diario El Comercio, un extenso reportaje sobre ésta obra de arte.

El Banco de Desarrollo (BEDE) organizó un concurso de pesebres a nivel nacional, inscribiendo gratuitamente el de Don Desiderio. Este organismo, considerando su originalidad, arte y belleza, le otorgó el Segundo Premio Nacional, considerando un orgullo para su constructor y la ciudad de Macas. El primer premio se le otorgó a un convento de Quito.

Muchos turistas han apreciado esta obra de arte, incluso han considerado que se exponga en otras ciudades, pero por falta de financiamiento y apoyo institucional no se ha hecho realidad.

El 19 de diciembre de 1990, falleció Don Desiderio Andramuño a la edad de 77 años, dejando una obra de arte a la posteridad.


Luis Andramuño Jaramillo, tomado de Umbral de los Recuerdos, Casa de la Cultura, Núcleo de Morona Santiago

miércoles, 27 de abril de 2011

EL PESEBRE DE DON DESIDERIO ANDRAMUÑO

Detalle macabeo
Don Vicencio Desiderio Andramuño Carvajal llegó a Macas procedente del hermana provincia del Chimborazo, siendo bien joven y, no conocía nadie, pidió alojamiento a la Misión Salesiana, siendo Director de la misma, el padre Juan Vigna. Vivía con los internos trabajando en la carpintería de la Misión, bajo la dirección de don Octavio López, teniendo como compañeros de trabajo a don Angel Rogerón, Jacinto Noriega y don Gonzalo Castillo.

Entre las obras que realizaron están: la Iglesia de Macas, que posteriormente se quemó; construyeron la iglesia y el convento de los Padres de Sevilla, aún hoy se puede ver en uno de los pilares sus siglas. En Macas construyó muchas casas y junto a su compadre César Ortiz, un buen ebanista, realizó muchas obras de lujo, entre cuadros, el altar central de la Iglesia de Macas, etc.

Como doña María Asunción Jaramillo Merino, pasó interna en la Misión de Macas, bajo la dirección de sor María Troncatti y sor Carlota Nieto, aquí se conoció con don Desiderio y se casaron en 1939, de cuyo hogar tuvieron los siguientes hijos: Luis, Magdalena, Miguel, Fabiola, Mélida y Samuel.

Con ayuda del P. Vigna adquirió un terreno y casa en Macas por el valor de 1000 sucres, a crédito, que después construyó varias casas de arriendo y de su terreno una parte vendió y entregó a sus hijos.

Como Macas en aquel tiempo era pequeña, don Desiderio considero hacer la ciudad de miniatura, por lo que comenzó a almacenar material, como palitos de helados, cartones para formar las casas y hacer el techo de las mismas del material ondulado.

Como fuera devoto del Niño Jesús, en las Navidades pedía la celebración de misas diaconadas, hacía el Pase del Niño y a los acompañantes les brindaba la chicha de jora.

Cuando ya iban a realizar la construcción de la ciudad de Macas el miniatura, una noche tuvo un sueño que le hace despertar en la madrugada a dibujar un proyecto de la ciudad de Belén y Nazaret, siguiendo las enseñanzas de la Biblia ya que había decidido hacerse evangélico.

En lugar de hacer la ciudad de Macas, comenzó a ser la ciudad de Belén y Nazaret, obra que construía en sus momentos libres y que le ocupó un espacio de más o menos 15 años.

Al comienzo sus casitas las ponía en la calle para que se seque la pintura, obra que le permitió la gente que pasaba admirar su habilidad.

La ciudad de Belén tiene 52 casas, cada una es diferente de las otras; cada casa tiene cuatro lados diferentes pintados en su interior y exterior, bien iluminada. Cada calle tiene veredas y sus postes con luz; tiene un parque amplió con las mezquitas y el Palacio del Rey, colocadas estratégicamente en su lugar. Los senderos que conducen y conectan a Nazaret, como es un pueblo muy diferente a la ciudad de Belén, cada casa está junto a sus sementeras.

Se puede apreciar que la casa del Mesón está llena, por lo que el Niño Jesús nace en el establo junto a las vacas y más animales domésticos.

Para ubicar el Pesebre, don Desiderio construyó en su casa un cuarto de cuatro metros en cuadro y lo exhibía cada mes de diciembre. A cada persona que visitaba le brindaba un plato de buñuelos y una copita de vino.

Como era ya tradicional, todas las Navidades se abrían las puertas al público.
Este pesebre nunca participó en los concursos organizados por el Municipio de Moróna.

El periodista chileno Fernando Villarruel, hizo un reportaje de 15 minutos de este Pesebre y fue transmitido por Teleamazonas. El mismo periodista publicó en el Suplemento Dominical del Diario El Comercio, un extenso reportaje sobre ésta obra de arte.

El Banco de Desarrollo (BEDE) organizó un concurso de pesebres a nivel nacional, inscribiendo gratuitamente el de Don Desiderio. Este organismo, considerando su originalidad, arte y belleza, le otorgó el Segundo Premio Nacional, considerando un orgullo para su constructor y la ciudad de Macas. El primer premio se le otorgó a un convento de Quito.

Muchos turistas han apreciado esta obra de arte, incluso han considerado que se exponga en otras ciudades, pero por falta de financiamiento y apoyo institucional no se ha hecho realidad.

El 19 de diciembre de 1990, falleció Don Desiderio Andramuño a la edad de 77 años, dejando una obra de arte a la posteridad.


Luis Andramuño Jaramillo, Macas en el Umbral de los Recuerdos, Casa de la Cultura, Núcleo de Morona Santiago

EL MATRIMONIO Y EL MASHALLA

Sacerdotes salesianos
El sahuai o tinguinacuy de origen quiteño o cuzqueño, según el caso, se practicaba desde tiempos lejanos en Macas y sus anejos. Se hacía el pedido de la novia en la misma forma en que se acostumbraban los puruguaya de la hoya del Chambo, entregando el ricurishca o camari a los padres de la elegida. Este compromiso se denominaba palabray. Luego venía la ceremonia civil y finalmente la eclesiástica, si es que había cura. Después se celebraba el banquete o pampa con viandas a base de cuy, cerdo o res, según las posibilidades de los padrinos y los padres. Las bebidas más frecuentes eran el guarapo, el chuya, el aguardiente y la chicha de yuca, chonta o maíz. Mas tarde empezaba el baile y aquella hermosa costumbre de dar consejos a los recién casados mediante el mashalla,  mashalla, cachunlla, cachunlla, esto es yernito, yernito, nuerita, nuerita, y comenzaban el consejo con esta estrofa:

Pues ya te has casado
tendrías razón
ahora cumplirás
con tu obligación.
Mashalla,  mashalla
cachunlla, cachunlla.

Luego llegaba la ceremonia del sirichi o de la primera noche, en la que los padrinos encerraban a la pareja en la alcoba nupcial y la despertaban muy temprano con el ponche de los novios.

Tomado del libro: Historia de Macas 1822-1922

miércoles, 2 de marzo de 2011

EL MATRIMONIO

Familia macabea: Templo de fe y del buen ejemplo
Cada pueblo tienen su interior un sinnúmero de vivencias que han hecho historia, permitiendo de esa forma relucir su folclor, riqueza cultural parte del desarrollo de sus ciudadanos.

En nuestra ciudad de Macas tenemos hechos y costumbres de los antepasados, hombres y mujeres que nos dejaron su maravilla cultural. Por ello, con el valioso aporte de algunas personas conocedoras de esta reliquia cultural me permito, querido lector, participar a ustedes una de ellas.

El matrimonio, en los tiempos de antaño, fue considerado como uno de los actos sublimes y sagrados de la vida, pues era considerado una bendición de Dios y por el respeto que debían guardar a sus padres y a los demás y, de manera particular, en la pareja.

Cuentan que en esos tiempos casi no había noviazgo, ya que las parejas no tenían la libertad para decidir o elegir por la rectitud de los padres y el mismo ambiente de familia que vivían los pobladores.

Para que se dé un matrimonio cuentan que un joven debía ser maduro, con una edad de 27 a 30 años en adelante. En esa edad es cuando los papás de joven comentaban que su hijo y ya debía contraer matrimonio. Conversaban de las cualidades de la joven que habían elegido; días más tarde, visitaban la casa de los padres de la señorita, allí dialogaban del interés que tenían por el casamiento de su hijo, mientras esto ocurría bebían chincha y fumaban el tabaco paisano del lugar. Luego de esta conversación se retiraban para en otro momento formalizar el pedido.

Los padres de la señorita le comunicaban de la visita recibida, le preguntaban si quería casarse con el hijo de dicha familia, a lo que ella respondía: "no se, ¡casarme!, que dicen ustedes, si ustedes quieren, bueno". En el siguiente diálogo, con la presencia de los dos jóvenes, se formalizaba el compromiso. En señal de ellos, el joven y la muchacha se daban la mano. Al momento se le entregaba un rosario, medalla o más común, un pañuelo de seda. En ese día fijaban a la fecha de la boda y los preparativos que tenían que hacer. Los preparativos del matrimonio consistían, entre otras cosas, el moler la caña de azúcar para la chicha, pelar el maíz para el mote y preparar la leña.

Llegada la víspera del matrimonio, despostaban un ganado grande, un chancho, pelaban las gallinas y dejaban preparando los aliños con sal, achiote, cebolla, culantro, anís, orégano, menta y el poleo (hierba).

El matrimonio civil lo celebraban ante el Teniente Político y luego se retiraban a sus casas, respectivamente.

Para el matrimonio eclesiástico debían esperar la llegada del sacerdote visitador, un jesuita que llegaba de Riobamba. Con la presencia de misioneros se cumplía el casamiento.

Al llegar a la casa, con "¡Viva los novios!", la música, el baile y la gran chicha, iniciaba la fiesta.

El momento de la comida todos se sentaban en las cutangas (banquitos de palo), mientras la yuca, los pedazos de carne, se colocaban las hojas de plátano tendidas en el suelo. El caldo de gallina, la carne molida, el cuy con papachina y el maní lo servían en platos de barro con cucharas de palo pequeñas. No podía faltar el ají picante y la guayusa servida en pilches.

La fiesta estaba animada por alguna persona que conocía de la música con la guitarra (vulgarmente conocido como el arpa). Al son de la música todos bailaban alegremente con sus pañuelos en la mano.

En ese entonces la música más conocida era el sanjuanito, la maravilla y la mashasha, que decía así:

Mashasha mashasha,
tuviste razón.
Auraca cumplirás
con tu obligación.

Durante la fiesta los acompañantes traían poros de chicha para regalar a los novios. Llegada la noche seguían bailando y bebiendo y los alumbraban la vela de cera, el mechón de copal y la mecha de cebo de ganado.

Dicen que baile duraba cuatro días consecutivos, después de ello una persona de confianza de la familia y el más respetado se encargaba de dar buenos consejos a los nuevos esposos, diciendo que sólo la muerte los podía separar. De esta forma se cumplía el matrimonio, el mismo que al pasar de los tiempos ha tenido grandes cambios en nuestra sociedad.

José Antonio Jaramillo P.   Macas en el Umbral de los Recuerdos, Casa de la Cultura, Núcleo de Morona Santiago

EL HUERTO MACABEO


El huerto macabeo ha constituido una costumbre transmitida de generación en generación en nuestro pueblo y ha servido como fuente de sustento familiar ante la ausencia de servicios que comercien con los productos comestibles necesarios.

Además de las diversas faenas diarias como atender a la familia, la mujer macabea encontraba el tiempo para trabajar el huerto familiar, que generalmente lo ubicaba en la parte posterior de la vivienda.

Los materiales que se utilizaban para la realización del huerto se encontraban en el medio sin dificultad, como la chonta, guadúa, el pindo del río, y dependiendo de la creatividad o interés de los propietarios solían partir la corteza de la chonta o de la guadúa formando murallas compactas que defendían a la huerta de la acción de los animales roedores y otros depredadores, o en su defecto lo ubicaban con una diferencia de 10 cms, entre las chontas y guadúas, en forma vertical. Algunas macabeas acostumbraban a cerrar la huerta con pindos en forma romboide, y dejaban un espacio para construir la entrada del huerto, que generalmente era de tabla rústica.

El tamaño del huerto macabeo, aproximadamente, tenía una medida de 5 x 5 mts. o más, dependiendo del predio. Su cultivo dependía del clima imperante, así: cuando llovía las tareas de sembrado del almácigo eran más frecuentes, acostumbraban a consultar el almanaque Bristol a efecto de tener éxito en el cultivo de las plantas.

La preparación de la tierra para la siembra se la realizaba de la siguiente manera: se limpiaba la maleza que luego de algunos días era quemada, la misma que servía de abono para la siembra del tomate silvestre y del culantro. Posteriormente se removía la tierra formando rectángulos que se llamaban parcelas, divididas, unas de otras, por pequeñas cunetas que permitían la circulación del agua. En un huerto habían varias parcelas, dependiendo del espacio disponible en donde se cultivaban la lechuga, la col, la cebolla blanca y otras.

Entre las plantas cuyos productos servían para la alimentación familiar estaban: col, lechuga, tomate, el ají, achoccha, achiote, culantro y ciertas especies de fréjol.

Las plantas medicinales se sembraban de manera complementaria a los costados del huerto, especialmente la verbena, el berro, teatina, hierva mora, escansel, sangurachi, orégano, violetas, malva, etc.

Para proteger el huerto de los insectos dañinos acostumbraban a utilizar el clordano (químico granulado) que era colocado al pie de las plantas y así evitar su destrucción.

La responsable del cuidado, cultivo y mantenimiento del huerto familiar era la ama de casa quien intercambiaba sus productos con los vecinos y familiares cercanos.

En nuestros días esta costumbre ha resurgido pues tendía a desaparecer, pero debido a la crisis económica, propios y extraños han vuelto a mirar al huerto familiar como alternativa de sustento alimenticio.

Darío Alarcón Jaramillo, Macas en el Umbral de los Recuerdos, Casa de la Cultura, Núcleo de Morona Santiago

jueves, 24 de febrero de 2011

EL ARTE FOTOGRAFICO EN MACAS

Prof. Oswaldo Cruz y esposa
Conozcamos en primer término al primer fotógrafo de Macas: El hermano seglar Sr. Bonato de la Misión Salesiana de Sevilla Don Bosco quien fue el primer fotógrafo que había llegado de Italia en el año de 1945 y como distracción realizaba la fotografía y el revelado en una cámara oscura.

En el año de 1947 llegué como profesor de la Escuela Eloy Alfaro, al año siguiente formé mi hogar con mi esposa Clelia Montenegro. El sueldo que ganábamos los esposos no alcanzaba para cubrir las necesidades más apremiantes (260 sucres mensuales cada uno). Además el sueldo llegaba con mucho retrazo conducido por un postillón de coreos que traía de Riobamba.

Después de cabilar y buscar algún alivio a esa angustia económica que atravesábamos decidí aprende a “retratar” para aliviar un poco la situación.

En aquel tiempo, aquí en Macas, existía el Comando Militar con su centro de operaciones de estrategia, vigilancia, abastecimiento, relevo y mantenimiento. La compañía TAO (Transportes Aéreos Orientales) del Capitán Gonzalo Ruales hacia el servicio aéreo desde Shell Mera hasta Macas.

En el año de 1949 salí a Quito a recibir un curso de dos meses de fotografía en Foto Estudio Miranda, ubicada entre la avenida 10 de Agosto y Checa.

Con estos conocimientos instalé una cabina fotográfica en mi casa, ubicada en la 10 de Agosto y 9 de Octubre en Macas.

En principio utilicé una cámara Kodak de cajón con lente fijo de ocho cuadros. Luego una Voiglader de 12 cuadros 6x6 cm con lente 1:4,5. Después Don Helmutvon Brandernstein, en su viaje a Alemania, me trajo una cámara Rolley Flex f:1:3,5 con lentes de acercamiento y filtros. VII.

Luego obtuve una cámara laica de 35 mm. lente 1:3,5 de 36 exposiciones. Finalmente una Canon f. 1:1,8.

Esta profesión se adentró tanto en mí que llegué a dominar la luz y la sombra, la profundidad decampo, la sensibilidad de rollos, los efectos, la ampliación, la iluminación el retrato, el viraje, etc. fotos de niños, deportivas, primeras comuniones, bautizos, matrimonios, retratos, etc.

En el año de 1981 me acogí a la jubilación del Magisterio y mis actividades cambiaron de curso y me dediqué a trabaje en el campo, en la agricultura y la ganadería. Desde esa época abandoné la profesión y todo el equipo lo vendí a Don Eulogio Moscoso de la ciudad de Sucúa, de esa manera puse fin a la profesión de fotógrafo de Macas.

Gracias y saludos a todos quienes conservan las fotos hechas por Don Oswaldo.

Oswaldo Cruz Paredes. Macas en el Umbral de los Recuerdos. Casa de la Cultura, Núcleo de Morona Santiago 

DE CACERIA


Cruce del río Upano
De acuerdo a las tradiciones de Macas y referente a la cacería se puede exponer lo siguiente:

·                     Que la cacería, específicamente se basaba en animales como: lumucha (guanta), armadillo, guatusa, venado, sajino (sahíno), danta, tutamono, cushillo (puerco espín), fejón (cuichucho). Aves como: guataraca (pacharaca), predicador (tucán), huilla (especie de perdiz), perdiz, huaysán, pavas, mangos (aishamangos), gallo de la peña y una infinidad de aves pequeñas: tairugui (azulejos), mapatairuqui (pájaro café), lulaigue, lojochiqui, sekchas, wisumachis, cotolaiquis, secogues, vacurisha, sanochinguis, godays, yucas, etc.

·                     Que cada cacería tiene su estilo o forma de atrapar: los animales con trampas de escopetas o con perros cazadores, o la técnica de ir a chapar en las cebas por las noches. Cebas de yuca, plátano, sachi guayaba, conchai (pepas de copal), pepas de washiqui, baco, maíz (maizales). A las aves más grandes chapando en semillas de árboles o palmeras como: reglamba, atuxara, conchai, peras de jumbunda, chontaduro; y a las aves más pequeñas se cazaban haciendo taullas en turpungales (toquillas), oros maduros, jelejas, semillas de loloja o muchas veces soplando bodoquera que vendían los shuaras.

Ahora bien, vale explicar cómo se realiza la cacería de algunos animales y aves nombrados anteriormente:

Venado.- Se seguía con perros venaderos. Se reunían entre unos tres hombres y se iban al monte. El uno realizaba el tope en el monte con el animal y los perros, los otros dos iban al caedero, lugar en donde el venado bajaba, solía ser al río Jurumbaino, especialmente, al lago de Vapaquepe, lago de Jimbitono o al lago Sanigue. Muerto el venado se iba cargando, amarrado con venas de tirulimbi, a pelar en la casa del dueño del perro y, en el camino, recogiendo elepo y yuyo (palmito), para cocinar los primeros platos.

Danta.- Con perros danteros.

Sajino.- Con perros sajineros.

Aparte de perros, se casaba animales con trampas de escopeta que consistía en un armazón de palos amarrados con turpanga (turupanga). La escopeta se pone sobre las estacas a la altura de un metro. Estas estacas están a unos 4 o 5 metros cerca de camino que anda cada animal. Al camino sólo llega una cuerda muy fina, ésta queda puesta en el camino a una altura tal que la bala entre en la paleta del animal. Su medida fue de dos cuartas y un jeme de altura.

Cacería de lumucha, guatusa y armadillo.- Se hacía con perros probados, lumucheros, guatuseros y armadilleros. A la persecución iba del dueño del perro con su típico sick, sick, o ton, ton, formas clásicas de alentar a los animales cazadores.

Otro método de cacería es la trampa de la escopeta, similar a la de la cacería de los animales anteriores, sino que la cuerda que llega al camino tiene una altura de un jeme para que coja la bala en la paleta del animal.

Cacería de tutamonos, cushillos y tejones.- se casaba en los tumbes de maizales porque dormían en los árboles de copal e higuerón que era lo que más había y mucho más grandes se metían dentro de las achupas. El cushillo y el tejón se cazaban en tiempos cuando el maíz estaba en choclo, porque es la comida favorita de ellos.

Hay que destacar que más a menudo se cazaban los armadillos, lumuchas y guatusas y que el primer bocado de estos animales fue la pechucara y faldacara (partes vacías cerca de las costillas) asada, con harta yuca. Del resto de las presas se hacía el caldo con rambuela de yuca, o el sancocho de plátano. También se secaban en brasas de candela y se comía seco con yuca. Las tripas se lavaban bien y se hacía a ayampaco con elepo, yuyo o callambas (hongos blancos que salen en los palos).

La taulla para coger pájaros pequeños se elaboraba específicamente en turpangales. Consistía en un armazón de varas de turpanga, sobre el cual se ponía trampillando un lazo de pita (piola delegada hecha raspando una planta casi como cabuya).

Pesca.- Los pescados se cogían con barbasco (poniendo en riachuelos pequeños), con huaiquero (especie de tubo cerrado en una punta hecha con varas de turpanga partidas y amarradas con la soga que también sale de la turpanga) y con barbacoa. En los ríos más grandes se pescaba de todo: curundas, cumbalos, sardinas blancas, sardinas rayadas, putandaiguis, tuxis, shuscas, nucumbi, carachas, choras, anguilas, ronduelo (especie de bagre), bagres, camarones, apangora (cangrejo), por eso algunos ojones se les decía ahí viene ese ojos de apangora.

También cuando era tiempo de invierno se podían coger sapos yendo a los llamados hualequeros (lagunas pequeñas de agua hechas en el monte o saracashcas - rastrojos). Estos sapos eran hualeques, pakuis, yanahuiras (renacuajos). Con ellos también se hacían ayampacos.

Cuando el tigre se cebaba en terneros o potros se chapaba en el potrero. Entre cuatro o cinco personas, cada una con su escopeta cargada. Generalmente se le mataba porque el animal regresaba por la noche a continuar lo que había dejado.

Aún queda mucho por contar...


Segundo Rufino Rivadeneira. Macas Umbral de los Recuerdos. Casa de la Cultura, Núcleo de Morona Santiago

miércoles, 23 de febrero de 2011

CULTIVO DE LAS HUERTAS

Foto: Municipio del Cantón Morona
Don Antonio Noguera, macabeo que guarda un gran historial fue hijo de Celestino y nieto de Pedro Noguera, de quienes, aunque no los conoció recibió como herencia el aprendizaje del cultivo de la tierra. Participó en el conflicto de 1941 pero nunca estuvo conforme con la miseria que se ganaba en el servicio militar, obligándolo a pedir la baja y dedicarse al cultivo de la "chacra".

Doña Mercedes Madero, su esposa y eterna compañera, le acompañe las labores agrícolas.

Antes cultivaba la caña de azúcar. El trapiche era de mano y utilizaba para la preparación de la miel, una miel sana sin los tan comentados químicos, de allí mismo se sacaba la chicha. Tiene presente que cuando se construía la pista del aeropuerto Edmundo Carvajal (1948), esta era la bebida refrescante y vigorizante para la minga de tan anhelada obra de ese entonces. La chicha se llevaba en unos "poros" (envases naturales muy cómodos para transportar agua, licor, chicha); doña Mercedes se encargaba de repartirla en estos menesteres.

En la chacra tenía yuca, plátano, zanahoria, pelma de las dos clases (colorada y blanca), rolaquimba, tomate real, cebollas, naranjas, mandarinas. Para estos cultivos utilizaban los abonos naturales y la ceniza. La yuca producía muy bien, ahora no se cosecha ni la mitad.

Doña Mercedes afirma que aprendió de su madre a cultivar el culantro, cebollas, tomate, naranjillas y otras plantas que diariamente se necesitaban en la cocina. Todo se cultivaba solamente con abrir la tierra y los frutos eran excelentes. A veces era necesario sembrar tabaco, ruda, paico y albahaca, para combatir ciertas plagas en otras plantas.

Doña Mercedes y don Antonio, nos dejan como herencia su gran amor por la tierra: ejemplo de dedicación y entrega.

Antonio Noguera R.  Macas en el Umbral de los Recuerdos. Casa de la Cultura, Núcleo de Morona Santiago

CON LEÑA Y CARBON LA COMIDA ERA MEJOR


Foto: Municipio del Cantón Morona
Macas es rica no sólo por sus encantos naturales, sino por sus costumbres, tradiciones, sus valores y la vida misma de su gente. Nuestros mayores nos legaron sus enseñanzas que perduran en el tiempo y en el espacio.

Muchos son las tradiciones y costumbres de nuestros antepasados macabeos que recordamos con nostalgia y orgullo, ya sea la vida familiar, social, política, cultural, deportiva, religiosa, de alimentación, cocina, etc., y que hoy muy poco practicamos.

Hemos rescatado ciertos datos muy importantes referentes a la alimentación y cocina de los pobladores de Macas desde los años veinte hasta los setenta, estos datos nos han sido proporcionados por macabeos que en sus mentes y corazones llevan impregnadas las verdaderas costumbres de nuestros antepasados.

Antiguamente, los hombres y mujeres de nuestras tierras sabían cocinar, especialmente ellas, que preparaban los ricos alimentos para su familia. Utilizaban la leña y con ella construían su fogón en la tierra, es decir, era su cocina natural.

Fueron muy madrugadores, a las cuatro de la mañana ya estaban prendiendo su fogón con muy buena leña seca y no descuidaban de atizar, esto es, poner más pedazos de leña seca y ya sea de guabo, unchipo o del precioso arrayán para que el fuego sea permanente.

Ni el humo que hacía llorar a cada instante, ni el carbón que tiznaba las ollas, manos y cara, impedía que las madres madrugadoras dejaran de preparar la sabrosa guayusa, la yuca, el plátano, la carne asada, comida típica diaria que la servían especialmente en el desayuno. En época de chontaduro lo servían con guayusa.

Ellas no tenían libros ni cursos de cocina, sólo la experiencia práctica que era transmitida de padres a hijos les permitía preparar exquisita comida con productos que tenían en sus propios huertos cerca a su casa o que cultivaban en sus chacras, como: culantro, cebolla, poleo, orégano, col, ají, tomatillo, yuca, plátano, zanahoria amarilla, camote dulce y de sal, papachina, pelma, maíz, maní, fréjol (jiquimono, rayado, bayo, blanco, ashpa), cuyos productos eran cultivados mediante las randimpas o cambia manos entre los pobladores de esa época.

Entre las comidas típicas que preparaban en familia, podemos citar: el majado de plátano, el repe, la carne y la tripa mishqui asada en palito (que podía ser de tallo de genoro, pindo marañon o del pindo), la rambuela, tamal de yuca, la rémola (que se preparaba cocinando el maní tierno y luego se molía o chancaba con una piedra de moler), esto se comía con yuca, maduro y ají; ayampacos de vísceras de res, tamal de palmito y el tradicional "mote de novios" que siempre lo acompañaban con el sabroso aguado de ají o ají molido con huevo cocinado y culantro finalmente picado. Estas comidas desde luego las brindaban y las hacían resbalar por la garganta con la rica guayusa (la refregada, como lo dicen nuestros mayores).

Los hombres eran cazadores diestros de animales salvajes como el venado, la danta, el sajino, la guanta, la guatusa, el armadillo, el conejo, la gallina de monte, etc. Estos los preparaban ya sea en caldos o asados.

Además comía los alimentos silvestres y naturales que era muy apetecidos por pequeños y grandes, entre ellos podemos citar: el conchay, es la semilla del copal, se cocinaba a medio hervir y se comía con yuca y sal; el numbuy, es el producto de una planta idéntica a la papaya, pero más pequeña, se lo comía crudo, la pulpa es de color amarillo.

El ungurahua, es un árbol, su fruto es parecido al chontaduro, pero de color negro, lo comían cocinando o hacían chicha. El sachi, es un fruto de corteza verde y su pulpa amarilla y se lo come crudo. El elepo, existen de diferentes calidades, es una planta cuyo cogollo servía para ser ayampacos con chicharrón, manteca de chancho y condimentos especiales; también lo ponían en sopas, es decir, reemplazaba a la col. La callamba, (el hongo comestible), nace en los árboles podridos, existen de diferentes calidades y colores, con ello hacían ricos ayampacos o se lo ponían en la sopa en reemplazo del fideo.

La namaja, se preparaba con el cogollo de la yuca, se cocinaba y se condimentaba con sal, manteca de chancho para servir como ensalada. Así mismo con el cogollo de la yuca cocinada se preparaban la sabrosa las morcillas. El palmito, sirve para preparar los sabrosos ayampacos y tamales colombianos con carne de res, chancho o de pollo, que hasta nuestros días los comemos.

Al preparar los alimentos tenían especial cuidado en el aseo a pesar de que no disponían de agua potable; el agua cogían de los chorros o pozos que servían no sólo para una familia sino para todo el sector. El agua la traían en poros grandes que los cargaban en una changuina (hay del hijo que rompía el poro, el papá o la mamá le daba una buena cueriza con una beta torcida).

Hasta los años cincuenta la comida era preparada en ollas de barro y servían en platos de barro con cuchara de palo. Los primeros comerciantes, el Sr. Marcelino Madero (+) y el Sr. Segundo Montenegro (+) introdujeron las ollas de hierro enlozado y luego aparecieron las ollas de aluminio.

Existía motivos para grandes celebraciones y ellas preparaban comidas especiales, para esto se contaba con la ayuda de personas expertas en cocina quienes colaboraban gratuitamente.

En el matrimonio macabeo que duraba hasta tres días (el viernes para el civil, el sábado para el eclesiástico y el domingo para el remate de la fiesta), no podía faltar el tradicional "mote de novios" que la servían en forma permanente a todas las familias, vecinos y amigos que llegaban a la fiesta. Pero, en el banquete que los novios ofrecían a sus invitados a más del "mote de novios", se brindaban muchos y variados platos a cada uno de ellos, estos platos era generalmente los siguientes:

Primer plato: rodajas de huevo duro con lechuga.
Segundo plato: caldo de gallina criolla.
Tercer plato: arroz con presa de gallina.
Cuarto plato: tallarín con carne molida.
Quinto plato: cuy con papachina y salsa de maní.
Sexto plato: sardina real mezclada con maduro o yuca frita.
Séptimo plato: tamales de yuca con carne molida de res o de chancho.
Octavo plato: postre, que consistía en buñuelos de yuca con dulce de piña.

Para asentar la pequeña comida ofrecían el canario, debida muy exquisita que la preparaban con leche de vaca, huevos de gallina criolla, aguardiente, azúcar y canela.

Y... en esta fiesta especial nunca faltaba la exquisita chicha de caña que la preparaban los novios y familiares con la debida anticipación para ofrecer a los invitados todos los días que duraba la fiesta.

Y así, con leña y carbón, la comida macabea era mejor, de la que disfrutábamos propios y extraños con estos sabrosísimos alimentos que como dice el dicho vulgar: "con estas comidas nos chupábamos los dedos".


Amancio Velín R.. Umbral de los Recuerdos. Casa de la Cultura, Núcleo de Morona Santiago

sábado, 19 de febrero de 2011

SACANDO CANELA


Sr. Manuel Jaramillo, "sacando canela"

MARIA AUXILIADORA DE MACAS, 1925

En el centro, Sor María Troncatti
 Una regia caravana la conformaban: Mons. Domingo Comín, la Inspectora Sor Carolina Mioletti, Sor María Troncatti, hoy Sierva de Dios, Sor Dominga Barale, italianas y Sor Carlota Nieto, azuaya; Don Augusto Zúñiga, guía y unos cuantos acompañantes; los padres Albino del Curto, el padre Crespi debieron sortear muchos peligros y dificultades como la ocurrida con Juank, jefe de una tribu.

Los peregrinos se quedaron en Méndez diez días, curándose y haciendo el bien. Asomó Juank con toda su tribu, armados hasta los dientes con lanzas, palos y bodoqueras, quienes sin mayores cumplimientos entraron donde estaban los misioneros y misioneras y dirigiéndose a Monseñor lo conminaron: Tú curando mi hija, tú pasando, tú bala quitando, nosotros ayudando. Tú no curando, nosotros a todos muerte dando. Y allí se obrá el milagro de Sor María Troncatti. Con una navajita, un poco de tintura de yodo y una oración a la Virgen, introdujo el “bisturí” e hizo saltar la bala a unos cuantos metros. Todo fue un griterío y enseguida_ “ellos pasando a Macas... nosotros ayudando mucho”. El primero de diciembre de 1925 salieron de Méndez con dirección a Macas.

Les faltaban cinco duros días por la selva, los shuaras iban adelante y ellos atrás por caminos difíciles y escarpados; a cierto punto la madre Carolina no pudo continuar por lo que le ataron a la cintura con bejucos y así la iban halando cuesta arriba.

Al despuntar la aurora del 5 de diciembre, se levantaron con ánimo, iba a ser el día de la última pesadilla, caminaban cansados pero con el corazón alborozado, a la cabeza del grupo iba la virgen que la traían desde Cuenca. Alrededor del medio día llegaron a la confluencia del Río Upano con el Jurumbaino. En la otra orilla esperaban los macabeos. Presidía la comitiva Don Dionisio Rivadeneira acompañado por el padre Director de la Misión Don Salvatore Duroni y la maestra excepcional, Srta. Mercedes Navarrete, en cuyo honor la Escuela Salesiana de Sucúa lleva su nombre.

Don Dionisio dio su discurso, Juanita Noguera recitó, fueron obsequiados con refrescos y sin número de demostraciones de complacencia. Llegar a macas representó para las misioneras un desafío, el salto a un espacio totalmente desconocido y difícil. Desde el segundo día del arribo, las misioneras se insertaron en la realidad concreta y fueron dando respuestas sencillas llenas de SIGNIFICATIVIDAD: La escuela, el internado, la casa cuna, el catecismo, el taller, el botiquín, la consultoría... buscan intérpretes., aprenden el idioma shuar, visitan las familias, fundan centros de catequesis a los que llamaron “Misión Don Bosco”, “Misión Río Grande”, Misión del Upano”.

Sor Maria optó por las visitas a las familias, el miedo había desaparecido. Sor Carlotita se dedicó a la asistencia del incipiente internado y Sor Dominga iba delineando el perfil d la escuela salesiana, la que hoy es la UNIDAD EDUCATIVA MARIA AUXILIADORA de Macas.
Colaboración de sor Alba Jimbo, EX-Rectora y animadora de la UESMA

ANTE LA MUERTE

Antes y hoy se pueden presentir aquel enigma del despojo del alma del cuerpo con el aullido de los perros, el alboroto de las aves y más animales que perciben lo que se atribuye como el "recoger los pasos". Este anticipo de la muerte se puede escuchar horas antes de la muerte de una persona.

Los macabeos, antiguamente, acostumbraban a rezar con el moribundo para recordarle que tenía que prepararse con su conciencia para la otra vida, además debía elaborar un testamento, como prueba de responsabilidad con sus herederos.

El señor párroco al conocer que hay un agonizante llegaba su lecho para administrarle los santos óleos. Durante todos estos ritos, los familiares, amistades y más acompañantes debían permanecer en absoluto silencio, permitiendo que el descanso sea tranquilo, caso contrario, su desenlace sería sufrimiento, dolor y tristeza. "El llanto, las emociones, no contribuyen en estos últimos momentos", decían los mayores, acota doña Modesta.

El respeto ha sido muy importante para los misioneros y nosotros mismos. Siempre se evitó que los niños interfieran a los mayores, peor que al moribundo se le moleste en el trance; era mejor rezar, aunque sea en el interior del corazón. No se puede abandonar al paciente, para charlas, risotadas o disputas, como suele acostumbrarse en estos días.

Producido el desenlace se colocaba el cadáver en una mesa, la cual debía estar provista de sábanas blancas y Flores. El cuerpo se le rodeaba de una tela blanca, para luego atar algunos ramos benditos con un cordón atado a la cintura. Este era el símbolo de la asechanza al demonio. Posteriormente cambiaron las costumbres, al difunto se le despedía con sus mejores vestidos o terno.

Cuando alguien fallecía, había un movimiento de familiares, vecinos y amigos, para colaborar y acompañar al sepelio y luego a su última morada.

Se preparaba buena alimentación para todos los acompañantes, asimismo no se olvidaban de los sepultureros, aquellos que preparaban la cavidad donde se depositaría al fallecido. Las comisiones se encargaban de la atención y los detalles del acontecimiento.

El doblar de las campanas acompañaban al sepelio y luego al camposanto. Aunque las campanadas han cambiado, dice doña Modesta, antes era un solo de retórico, hoy se identifican con dos campanadas a la mujer y tres de los hombres.

Para el velorio, tradicionalmente, los mayores traían su velita y algunos inclusive alguna ayuda económica de acuerdo a las necesidades de la familia del finado. Luego había la predisposición para rezar y cantar alabanzas al señor por el eterno descanso. Las ceras eran confeccionadas en la gran mayoría en los mismos hogares macabeos. Se utilizaban las semillas maduras de laurel cosechadas en las playas del río Upano.

Se confeccionaba un pequeño altar con los candelabros, adjunto al difunto, el mismo que permanecía por nueve días, luego de haber depositado el féretro en la tumba, para iniciar el novenario por la salvación de su alma.

La caja era llevada en los hombros de los familiares y más allegados al extinto. Al llegar al cementerio se realizaba una última ceremonia y se depositaba el ataúd en la fosa. Unos terrones eran lanzados sobre la caja, posiblemente en memoria de las bíblicas palabras "recuerda que es polvo y en polvo que convertidas".

Retornaban al lugar para ese mismo día iniciar el novenario.

Los antiguos recuerdan que el cementerio era en el sitio que hoy es el parque central de Macas, luego estuvo en el lugar donde hoy funciona la emisora voz del Upano, para posteriormente trasladarse al sur de la ciudad, donde actualmente está ubicado.


Modesta Rivadeneira. Tomado de MACAS EN EL UMBRAL DE LOS RECUERDOS. Casa de la Cultura, Núcleo de Morona Santiago

martes, 18 de enero de 2011

Desarrollo Cultural Prehispánico en el valle del Alto Upano: Análisis Cerámico del Sitio “La Lomita”, Morona Santiago, Ecuador.

Escrito por Estanislao Pazmiño N.P.
Jueves, 18 de Noviembre de 2010 22:57
Resumen

El presente artículo se encuentra basado en el trabajo de investigación realizado como parte de mi disertación de grado. El estudio se desarrolló a partir del análisis de la colección cerámica del sitio La Lomita en la zona del Alto Upano, amazonía ecuatoriana. La región presenta evidencia de una fuerte ocupación prehispánica que ha sido expuesta en varias investigaciones anteriores (Porras, 1985, 1987, Salazar, 1998, 1999, 2000; Rostain, 1999a, 1999b, 1999c, 2006). Aunque en principio se estableció una larga presencia del grupo cultural Upano (Porras, 1987), recientes investigaciones (Rostain, 1999b, 2006) confrontan esa información y plantean la existencia de al menos dos claras ocupaciones: Upano y Huapula. Con ello quedó expuesta la posibilidad de que en la región exista evidencia de más ocupaciones. El presente trabajo confirma la existencia de tres conjuntos cerámicos distintos registrados en el sitio La Lomita: Sangay, Upano y Huapula. La definición de estos conjuntos cerámicos, sugiere la existencia de distintos períodos de ocupación del valle en los que la interacción con la zona andina se desarrolló en diferentes escalas.

La investigación arqueológica en la región amazónica ecuatoriana es relativamente nueva en el ámbito científico. Diversos trabajos se han desarrollado en la región con interesantes aportes a la comprensión del desenvolvimiento cultural. A pesar de ello, los investigadores han enfrentado diferentes problemas, sobre todo debido a que la evidencia preservada en el registro arqueológico es limitada; por lo que gran parte de la cultura material recuperada en la amazonía corresponde a restos cerámicos.

Las excavaciones llevadas a cabo por Ernesto Salazar entre 1995 y 1999 en el sitio de La Lomita, recuperaron abundante material cerámico que fue analizado como parte de la disertación de licenciatura presentada en junio del 2008. La única información disponible hasta ese entonces sobre estudios cerámicos en la región fue el trabajo de Pedro Porras (1987). La tipología cerámica elaborada por el mencionado autor padeció de fuertes críticas al igual que su cronología; sin embargo, ningún trabajo posterior se enfocó en la revisión y corrección del estudio de Porras.

Bajo estas circunstancias el análisis del material cerámico del sitio La Lomita se enfocó en dos objetivos centrales que fueron por un lado, el depurar la tipología estructurada por Porras por medio de la construcción de una tipología para el sitio; y por otro lado, elaborar una cronología cerámica para este sitio a partir de la tipología previamente elaborada.



Geografía de la zona de estudio

El sitio La Lomita forma parte del complejo arqueológico Huapula, ubicado en el valle del Alto Upano, provincia de Morona Santiago. Limitado al Oeste por la cordillera Real Andina y al Este por la cordillera del Cutucú, el valle forma una especie de llanura cortada abruptamente por el cauce del río Upano. Éste tras miles de años ha dado origen a un espectacular cañón, que en algunos tramos supera el kilómetro de ancho, flanqueado a su vez, por barrancos que tienen aproximadamente entre 50 y 100 metros de altura (Rostain, 1999; Salazar, 2000). El río nace de las vertientes orientales de la cordillera Real, dominada en ese punto por el volcán Sangay. A pocos kilómetros de su nacimiento presenta una fuerte curva que dirige sus turbulentas aguas al sur, donde finalmente desemboca en el río Santiago.

El medio ambiente de la región es húmedo-tropical y se encuentra dentro de lo que se conoce como selva alta (aproximadamente 1200 m.s.n.m.). El clima no es tan caluroso como en la selva baja, pero presenta abundantes precipitaciones, especialmente, en los meses invernales. La gran diversidad ecológica responde a los diferentes rasgos geográficos que existen, tomando en cuenta la influencia de la cercanía tanto del pie de monte andino, como de la cordillera del Cutucú. La vegetación actualmente está dominada por grandes extensiones de pastizales dedicados a la ganadería sobre lo que tiempo atrás fue bosque. No obstante, también existen reductos de selva primaria y secundaria en la superficie de la llanura oriental, occidental y en franjas pequeñas de bosque en las riveras de los ríos. Además de los pastizales se identifican especies nativas de árboles como chontas, pambiles (Iriartea deltoides y Socratea sp.), cedros (Cedrela rosei), copales (Liquidambar styraciflua), balsas, algunas concentraciones de guadua (Guadua angustifolia), etc. La fauna, en cambio se caracteriza por la presencia de armadillo (Dasypus novemcinctus), guanta (Dasyprocta punctata), saíno (Tayassu peccari), tucán, pava de monte, varias especies de serpientes, además de tigrillo, puma (Felis Concolor), jaguar y venado (Odocoileus virginianus); estos últimos prácticamente desaparecidos en las áreas ahora deforestadas por la colonización.



Antecedentes

La región del valle del río Upano fue conocida arqueológicamente luego de varios hallazgos tempranos. Una cerámica caracterizada principalmente por una decoración con bandas rojas entre incisiones fue reportada por Harner (1973), Bushnell (1946) y Lino Rampon (1959). Sin embargo, no es hasta varios años después que se inician los primeros trabajos en la región a cargo de Pedro Porras Garcés (1985, 1987). El escenario que encontró Porras sorprendió al mismo investigador: concentraciones de montículos artificiales de tierra y amplias muestras de material lítico y cerámico caracterizaban a los asentamientos prehispánicos de la zona. Porras se dedicó al estudio de la zona organizando varias temporadas de campo durante las cuales efectuó múltiples excavaciones, así como el levantamiento topográfico de las plataformas artificiales del recinto que bautizo como “Sangay” (actualmente renombrado como Huapula)1.

Con la información recolectada, la investigación de Porras se centró en dos problemas específicos: 1) establecer una tipología y seriación cerámica y 2) develar la función de las plataformas artificiales. En ambos casos su trabajo presentó algunos problemas generados, por un lado, por varias inconsistencias estratigráficas y de datación radiocarbónica; mientras que, por otro, los esfuerzos por explicar la función de las plataformas artificiales derivaron en la búsqueda de un patrón iconográfico en la forma de distribución espacial de los montículos en el sitio Huapula2. Tras la culminación de las investigaciones en el sector, las inquietudes respecto a la evolución cultural se tornaron aún mayores.

Una década más tarde, el proyecto arqueológico Sangay-Upano inició varios trabajos en la zona aportando con nueva información al localizar y registrar numerosos complejos a ambas riveras del río Upano (ver Salazar, 1998, 1999, 2000; Rostain, 1999a, 1999b, 1999c; ver también Ochoa, Rostain y Salazar, 1997). Estos estudios produjeron importantes datos sobre la construcción de caminos, plazas y plataformas, así como de un conjunto cerámico posteriormente definido como Huapula (Rostain, 1999a, 1999b, 1999c). Paralelamente a estos estudios, Arthur Rostoker (1996 y 2005) realizó varios trabajos en el sitio de “Yaunchu” localizado en las cercanías de Sucúa en la zona sur del valle, lugar en el que Harner años atrás reportó material Upano. Posteriormente, Stephen Rostain efectuó nuevas excavaciones en el sitio “Kilamope” a 9 km. al norte de Macas en la orilla izquierda del río Upano, bajo el proyecto Río Blanco. Durante sus investigaciones en este lugar Rostain encontró una cerámica distinta que denominó “Kilamope”: “…caracterizada por incisiones, impresiones cordeladas y pintura negativa marrón y beige.” (Rostain, 2006:4). Sin embargo, aparte de esta descripción no existe mayor referencia sobre este material.

En la actualidad, la región del valle del Alto Upano está marcada por la ausencia de nuevas investigaciones arqueológicas. Por consiguiente, es evidente que pese a que todos los trabajos realizados en la zona han contribuido con valiosa información, los datos han permanecido aislados y demandan de estudios que permitan conectarlos desde una perspectiva regional. Por esto, el trabajo aquí expuesto pretende establecer un nuevo marco de discusión sobre el desenvolvimiento cultural en el valle a partir de la presentación de una secuencia cultural para el sitio La Lomita.

Problema

Las investigaciones de Porras, entre 1979 y 1989, se concentraron en el área del alto Upano, tras el descubrimiento de varios sitios con montículos artificiales. El equipo de investigación llevó a cabo varias excavaciones, cortes estratigráficos y recolecciones superficiales en diferentes zonas. Amplias muestras de material cerámico fueron obtenidas en las catorce temporadas de campo registradas dentro del proyecto. Dicho material fue procesado y analizado dando lugar a la estructuración de una compleja tipología (fueron definidos 21 tipos cerámicos) a partir de la cual se estableció un cuadro cronológico compuesto por cuatro fases cerámicas: pre-Upano (2750-2520 a.C.), Upano I (1100-120 a.C.), Upano II (40 a.C. - 170 d.C.) y Upano III (170-940 d.C.). Así también Porras identificó un material distinto al que denominó como fase Chiguaza (Porras 1987, 256, 189-361). Los resultados fueron publicados en el libro Investigaciones Arqueológicas a las Faldas del Sangay.

Es precisamente una exhaustiva revisión de la publicación de Porras la que permitió encontrar algunas falencias en los criterios que condujeron la investigación. Las limitaciones de la metodología de clasificación cerámica empleada son evidentes cuando revisamos el número de tipos que identificó como Upano. En su análisis se distinguen dos errores que son fundamentales: 1) no se toma en cuenta que muchos atributos decorativos se combinan o cambian en relación con las formas del ceramio por lo cual no se pueden analizar por separado y 2) no se establece una división clara entre distintos estilos cerámicos, lo que genera a su vez varias inconsistencias en la cronología propuesta. Esto se debe principalmente a que Porras usó solamente los atributos decorativos de los fragmentos para armar la tipología. Esto produjo a la larga la definición de casi tantos tipos como atributos identificados. Por este motivo, diferenciar entre un estilo cerámico y otro se tornó complicado:

“Si se mide la identidad o similitud según el número de características comunes, sin tomar en cuenta ni la proporción de cada atributo dentro de la colección total, ni la manera en que se combinan los atributos, es posible (lógicamente) llegar a la conclusión de que dos estilos son idénticos cuando realmente no lo son” (Kay Tarble, 1982:18).

Probablemente por ello Porras no pudo distinguir la existencia de más de un conjunto cerámico en el material analizado. Pues, aunque es cierto que Porras menciona la existencia de un material pre-Upano, no distinguió las diferencias existentes entre estos conjuntos. Por ejemplo, cuando se refiere al pre-Upano describe una cerámica “burda con desgrasante ordinario o grueso” (Porras, 1987: 297), resaltando un contraste claro con la cerámica Upano. Sin embargo, si revisamos su tipología podemos encontrar que esta misma cerámica de característica “burda” y desgrasante grueso aparece en los tipos cerámicos Upano Inciso y Upano Aplique Sencillo y con Muescas; dejando así en claro ciertas falencias de procedimiento en el manejo cerámico que no han estado ausentes en arqueología. Es por ello que resulta confuso encontrar diferencias claras entre el material Pre-Upano y Upano (pues a ratos parecería que se refiere a ellos como un solo conjunto).

En concordancia con la cronología de Porras, el período pre-Upano presenta fechas tempranas que oscilan entre 2500 y 2000 a.C., lo que ubicaría a esta etapa dentro del período Formativo. Si le añadimos las fases Upano 1, 2 y 3, la secuencia de ocupación de Upano en el sector sería de aproximadamente 3000 años; y aun cuando, solamente tomáramos como punto de partida las fechas otorgadas a Upano 1 (1100-120 a.C.), estaríamos hablando de una cultura que se desarrolló desde el Formativo medio-tardío y prosiguió por aproximadamente 2000 años. Esto representa un lapso de tiempo extenso para una sola cultura de las características de Upano.

En los últimos años, una nueva cronología ha sido propuesta por Stephen Rostain (2006) basado en la información proveniente de sus investigaciones en Huapula. En esta se propone al menos dos ocupaciones: Upano y Huapula. Los grupos Upano de acuerdo a Rostain se habrían asentado en el valle entre el 700 a.C. y el 400 d.C., siendo remplazados tras su declive por la gente Huapula que ocupó la zona entre el 800 y 1200 d.C.3. Las diferencias con el modelo de Porras son claras, especialmente si se considera que la evidencia arqueológica refuerza el modelo expuesto por Rostain (este modelo se lo analizará con mayor detenimiento más adelante). Esto permitió establecer algunas pautas sobre las que se guió el presente análisis.

Análisis cerámico y secuencia cultural en el sitio La Lomita

El sitio La Lomita, se encuentra ubicado en sector oeste del recinto Huapula (ver figura 1), en una pequeña planicie que termina en una depresión que luego desciende abruptamente al barranco del río Upano. De acuerdo a la descripción de Salazar (1996: 24), en esta parte se encuentran pequeños montículos y un camino corto que conecta hacia la depresión. Este sitio fue objeto de varias excavaciones estratigráficas en el lugar de un basural prehispánico ubicado a pocos metros del filo del barranco. El sitio fue seleccionado por la alta concentración de tiestos obtenidos en los sondeos previos realizados en la zona. La intención fue obtener datos concretos de un contexto de basural que permita construir una tipología y cronología cerámica. En efecto, en las excavaciones se recuperó una amplia colección cerámica, en cuyo análisis se encuentra basado el trabajo aquí expuesto.

El análisis de la cerámica proveniente del sitio la Lomita se efectuó como parte de mi disertación de licenciatura (Pazmiño, 2008). En este estudio se cumplió con dos objetivos principales: 1) depurar la tipología cerámica existente, y 2) establecer una cronología cerámica para el sitio La Lomita.

La estructuración de una tipología a partir de la cerámica del sitio La Lomita, permitió depurar la tipología existente hasta entonces para el área. Así, en la colección cerámica de La Lomita se distinguieron los siguientes tipos: Sangay Lóbulos Incisos, Sangay Aplique, Upano Ordinario, Upano Inciso, Upano Rojo entre Incisiones, Upano Pintura Roja, Upano Incisión Roja, Upano Blanco y Rojo, Upano Negativo, y Huapula Corrugado. Conjuntamente, una revisión de pastas y formas de un considerable número de fragmentos y una vasija (que había sido previamente reconstruida y restaurada), determinó la presencia de cerámica Cosanga en contexto Upano, reconociendo la existencia de al menos cinco recipientes distintos. Esta nueva tipología confirmó la existencia de tres conjuntos cerámicos distintos con los que se estructuró una secuencia cultural para el sitio.

Desde la publicación del libro Investigaciones Arqueológicas a las Faldas del Sangay de Porras (1987), en el que presenta un secuencia cronológica para los asentamientos Upano, pocos han sido los trabajos que se han interesado en abordar el tema cronológico en la región. Una de las principales investigaciones que ofreció valiosos aportes a este tema fue el trabajo de Rostain (1999a, 1999b, 1999c, 2006) tanto como parte del proyecto arqueológico Sangay-Upano, como del posterior proyecto Río Blanco. Las excavaciones efectuadas por este investigador desenterraron un nuevo conjunto cerámico, de filiación tardía en relación al material Upano. Estas evidencias no sólo apoyaron la idea sobre la diversidad de asentamientos en el valle, sino ofrecieron indicios sobre las distintas ocupaciones del mismo cronológicamente.

Partiendo de ello, Rostain (1999a, 1999b, 1999c, 2006) pudo esclarecer de mejor manera la secuencia cultural de la zona mediante el análisis de la evidencia recuperada de una de las plataformas artificiales de Huapula. Las excavaciones produjeron datos sobre dos asentamientos diferentes, claramente perceptibles en el montículo. El primero en directa relación a los asentamientos Upano, mientras que el segundo se trató de una ocupación doméstica tardía a la que se denominó Huapula. Las fechas más recientes publicadas por Rostain (2006) establecen la ocupación Upano entre el 700 a.C. y el 400 d.C., y la ocupación Huapula entre el 800 y 1200 d.C. Al parecer, según este autor, los grupos Huapula llegaron al valle luego de que una erupción volcánica del Sangay habría puesto fin a la ocupación Upano. De acuerdo con Rostain (1999b, 1999c, 2006), estos grupos al establecer sus asentamientos habrían reutilizado los montículos. El contexto doméstico de una casa Huapula excavado en la “tola central” apoya esta idea; no obstante, de todos los montículos excavados es la única evidencia de reutilización reportada hasta el momento4.

Con respecto a la ocupación Upano, mientras que Porras la estimó en tres fases5, Rostain (1999b, 65-66) por su parte prefiere hablar de la existencia de al menos dos fases. Para ello se apoya en las excavaciones que efectuó en la llamada “tola central”, la misma que presenta evidencias de una primera etapa ocupacional Upano en la capa basal de la plataforma. Esto sería un indicio de que la “tola” habría sido levantada posteriormente en el transcurso de una segunda etapa caracterizada por la construcción de montículos. Al respecto cabe señalar que, aunque Porras establece para la fase Upano 1 (1200-120 a.C.), un período demasiado largo de tiempo, la fecha en la que señala habría comenzado la construcción de los montículos, es decir hacia el 200 a.C., es mucho más aceptada (ver Rostain 1999b). Esto nos muestra que ambos investigadores coinciden en cuanto a la diferenciación de dos momentos Upano: uno previo a la construcción de las plataformas artificiales y otro que identifica el momento mismo de la construcción. Recientemente Rostain hace referencia a un nuevo conjunto cultural más temprano que la ocupación Upano. Este investigador señala en la información dispuesta en la página web del proyecto Río Blanco4, la existencia de un nuevo material cerámico al que denomina Sangay, relacionado con grupos que al parecer ocuparon la zona hacia el 700 a.C., aunque no esclarece el período que habría durado esta ocupación.

La cronología de Rostain establece de esta manera, una nueva secuencia cronológica en la que se identifican por el momento tres etapas culturales distintas5: Sangay hacia 700 a.C.; Upano entre el 700 a.C. y 400 d.C. y Huapula entre el 800 y 1200 d.C. Las notables diferencias que exhiben los restos cerámicos entre sí, constituyen por sí mismas un claro indicio de la presencia de distintos conjuntos cerámicos en el sitio de la investigación. A mi parecer esto representa un buen punto de partida para el establecimiento de una cronología cerámica que dilucide la correspondencia temporal de los artefactos del sitio La Lomita.

Precisamente, el objetivo del análisis fue encontrar una conexión entre la distribución de los tipos cerámicos en la estratigrafía y determinar cómo varían las formas cerámicas en la misma. A partir de ello se logró establecer una relación concreta entre la aparición o desaparición de tipos y la variación de las formas. Debido a que el mayor volumen de material se concentró en la cerámica Upano, se consideró pertinente establecer en primera instancia las correlaciones entre los tipos cerámicos pertenecientes a este conjunto; ya que, de esta manera, las comparaciones con los otros conjuntos se pudieron establecer de mejor forma.

El análisis del material Upano con respecto de la estratigrafía, permitió distinguir algunas características interesantes:

•La proporción de restos cerámicos se incrementó considerablemente en los estratos superiores.
•Los tipos Upano Negativo y Upano Blanco y Rojo mostraron una corta y bien marcada presencia en la estratigrafía; por el contrario de los otros tipos Upano que se encuentran presentes en casi toda la estratigrafía.
•Las formas de fuentes también presentan una corta y marcada presencia en los estratos superiores junto con los tipos arriba mencionados.
•La proporción de vajilla de servir y contener se incrementó en los estratos superiores.
Dos momentos pueden encontrarse representados por la cerámica Upano de La Lomita. El primero que podría marcar los inicios del asentamiento Upano en el valle reflejado en la discreta proporción de restos cerámicos, con un mayor predominio de la decoración de pintura roja entre incisiones; y un segundo momento caracterizado por un incremento significativo en la vajilla cerámica con la inclusión de nuevos motivos decorativos como el negativo y la pintura blanca y roja, además de una nueva forma cerámica representada por el aparecimiento de las fuentes.

Una vez esbozadas ciertas características principales perceptibles en el conjunto Upano, se comparó la distribución de la cerámica Sangay y la cerámica Huapula con respecto a la ocupación principal correspondiente a Upano. Por un lado fue evidente la concentración de los escasos fragmentos Huapula en los niveles superiores; mientras que por otro, la cerámica Sangay se ubica en mayor cantidad en los niveles inferiores, aunque aparece junto con algunos pocos restos cerámicos Upano. Esta correspondencia de la cerámica Sangay con parte de la cerámica Upano puede deberse a una mezcla de los depósitos, producto de la primera ocupación Upano. Para ello fue necesario analizar la naturaleza de los estratos de La Lomita.

Al revisar cuidadosamente los registros estratigráficos del lugar, se aprecia la presencia casi continua de dos estratos en los que se concentró el material cerámico. Cada capa presenta ciertas particularidades que vale la pena rescatar. El estrato más profundo (capa III) es un depósito de tierra amarilla en el que se destaca la presencia de ceraturos dispersos en todo el estrato. En algunas cuadrículas se identificó una subdivisión de este depósito en dos capas (capa IIIa y IIIb). Ambas capas están conformadas por tierra amarilla con impurezas, aunque la del fondo estaría conformada por tierra mucho más uniforme y compacta. Al parecer, la consistencia en general del depósito (especialmente el IIIa) con algunas intrusiones y una presencia no uniforme de ceraturos sugiere que fue alterado, muy probablemente, durante una primera ocupación Upano explicando así la correspondencia estratigráfica ocasional de materiales Sangay y materiales Upano. En cuanto al segundo estrato (capa II), éste presenta mayor uniformidad en cuanto a su constitución, algo que se manifiesta en cómo en este estrato se recuperó la mayor cantidad de restos cerámicos y líticos. Esta capa evidenciaría la ocupación principal Upano; ya que a este estrato corresponden generalmente los niveles donde se concentra la mayor cantidad de material recuperado.

Cuadro 1. Fechas radiocarbónicas para el complejo Huapula # Laboratorio Proveniencia Fechas BP Calibración
1 Beta – 89267 Plataforma 4, 260 cm. b/s, nivel basal; Dataría construcción de plataforma 2160±80 375BC-AD 65
2 Beta – 90630 Subcomplejo XI, montículo central, 160 cm. b/s, nivel basal; dataría construcción de montículo 1790±60 AD 100-405
3 Beta – 89269 Camino, Zanja 1, 140 cm. b/s, dataría construcción del mismo 1650±120 AD 160-665
4 Beta – 89270 Plataforma 5, NW/T1, cuadrícula 3, 305 cm. b/d, nivel basal; dataría construcción de plataforma 2310±70 515 BC- 190 BC
5 Beta – 89271 Plataforma 5, NW/T1, cuadrícula 3, 256 cm. b/d, nivel intermedio; dataría una segunda fase de construcción del montículo, i.e. la acumulación de ceraturo amarillo 2780±90 1115 BC-785 BC
6 Beta – 100305 Sitio Lomita, 1N1W, Lg. 70/Lt. 90, 51 cm. 1070±90 AD 780-1175
7 Beta – 100306 Sitio Lomita, 1N2W, Lg. 54/Lt. 16, 201 cm; 1N2W, Lg. 66/Lt. 70, 107 cm b/d 1510±60 AD 425-655
8 Beta – 100307 Sitio Lomita, 1N2W, Lg. 11/Lt. 100, 100-109 cm; 2N2W, Lg. 24-61/Lt. 48-79, 200-206 cm b/d 1990±70 165 BC-AD 160
9 Beta – 100308 Subcomplejo XI, montículo central 940±60 AD 995-1235
10 Beta – 100309 Subcomplejo XI, montículo central 2110±70 365 BC- AD 55

Cuadro proporcionado por Ernesto Salazar.

Tres muestras de carbón fueron recuperados de estos estratos; una perteneciente al nivel 21 localizado en el fondo del tercer estrato, otra perteneciente al nivel 11 ubicado en la parte inferior del segundo estrato intermedio y, finalmente, una tercera muestra obtenida entre los niveles 5 y 6 en el primer estrato. Aunque tres muestras es un número bastante limitado para establecer una adecuada correlación temporal del depósito de La Lomita, considero que la existencia de otros fechamientos radiocarbónicos obtenidos en Huapula permite esbozar una secuencia temporal para los asentamientos de la zona. Las fechas radiocarbónicas obtenidas de estas muestras provenientes de La Lomita (ver cuadro 1, muestras 6, 7 y 8 correspondientes a La Lomita) presentan algunas novedades que cabe revisar. Cada una de estas fechas se encuentra en perfecta secuencia con la estratigrafía del lugar. Así, se distingue que la muestra obtenida en el nivel 21, estrato inferior, arrojó una fecha comprendida entre el 165 a.C. – 160 d.C., en tanto la muestra del nivel 10 perteneciente a la capa intermedia produjo una fecha entre el 425 – 655 d.C. y finalmente la fecha del estrato superior (nivel 5) oscila entre 780 – 1175 d.C.

Si observamos detenidamente las fechas de La Lomita, la más antigua, correspondiente a 165 a.C. - 160 d.C., es una fecha bastante tardía si consideramos el inicio de la ocupación Upano en el 700 a.C.. Si apreciamos el cuadro de fechas presentado por Rostain (1999b: 89), vemos que al parecer este autor fechó el inicio de la ocupación Upano en 700 a.C., valiéndose apenas de una muestra radiocarbónica. Lo extraño del caso es que el mencionado investigador obtuvo una fecha del nivel basal de la “tola central”, datada entre el 365 a.C. - 55 d. C.. A ello adherimos otra datación obtenida, de acuerdo a Rostain, de una muestra en la base del montículo 4, fechada entre el 375 a.C - 65 d.C.. Más aún en la explicación de las fechas señala que: “En la Tola Central del Complejo XI, la capa basal Upano está fechada entre 365 AC y 405 DC (4 muestras)” (Rostain, 1999b: 89). Es notorio lo tardío de estas fechas, especialmente si tomamos en cuenta que corresponden a un estrato que representaría el momento previo o inicial de la construcción del montículo. Otras fechas obtenidas de los niveles basales de los montículos arrojan fechas mucho más tardías aún. Por ejemplo, encontramos tres fechas que van entre 75 a.C. – 120 d.C.; 75 – 330 d.C.; y 100 – 405 d.C. (Rostain, 1999b: 89). Esta revisión de las fechas obtenidas de contextos estratigráficos en el sitio de Huapula, sugiere que la presencia Upano en el valle es mucho más tardía, probablemente hacia el 380 a.C.. Incluso la correspondencia de las fechas podría señalar por lo menos dos períodos bien definidos: una primera ocupación entre el 380 a.C. - 65 d.C.; que marcaría la llegada de los grupos Upano al valle donde habrían comenzado sus primeros asentamientos; seguida de una etapa entre 65 – 400 d.C., donde se produciría un incremento de su poder en el valle, caracterizado por la construcción de montículos.

Consecuentemente, es probable que el fenómeno de los montículos sea más reciente en la región; pues la mayor parte de fechas sugieren la construcción tardía de los montículos. Si retomamos las fechas obtenidas en La Lomita muy bien podríamos afirmar que la primera fecha corresponde al período inicial de la ocupación Upano, reflejado en las características de la evidencia cerámica encontrada en este nivel. Así también, aunque la fecha obtenida de una muestra de la segunda capa es mucho más tardía, podría muy bien expresar la etapa de construcción de montículos. La fecha más tardía de La Lomita, obtenida del nivel superior, encaja perfectamente en el período establecido por Rostain para la ocupación Huapula ubicada entre el 700 y 1200 d.C.

Una vez realizadas todas las correspondencias, notamos en primera instancia la presencia de tres conjuntos cerámicos distintos que sugieren tres ocupaciones de diferente naturaleza en el lugar. Segundo, vemos que el aumento de la cantidad de fragmentos Upano se encuentra en relación al aumento de las formas reconstruidas. Al mismo tiempo notamos que en el momento que ocurre un aumento en el número de fragmentos y recipientes, ocurren dos eventos significativos. Por un lado aparecen de repente dos tipos cerámicos como lo son el Upano Negativo y el Upano Blanco y Rojo; y por otro lado, al mismo tiempo, surge una nueva forma cerámica representada por las fuentes. Si a esto añadimos las fechas de C-14 obtenidas tanto en el yacimiento de La Lomita como en varios sectores del complejo Huapula, vemos que los rasgos presentes en la cerámica Upano podrían estar en correspondencia con dos momentos centrales en el desarrollo de este pueblo: el proceso inicial de asentamiento en el valle; seguido de un período de construcción de montículos. En este sentido podríamos resumir una secuencia cultural en la que se distinguen tres grupos con diferente naturaleza que se asentaron en la región durante períodos distintos:

1.Ocupación Sangay: la ocupación Sangay está caracterizada principalmente por una cerámica muy particular, en la que destaca el desgrasante grueso, la decoración incisa y el aplique. Los grupos pertenecientes a la sociedad Sangay habrían habitado el valle probablemente entre el 900 y 500 a.C. Pese a la escasa información obtenida de este tipo de ocupación podemos destacar que los detalles en la cerámica expresan una filiación muy representativa de los grupos amazónicos. Porras (1987) reporta cerámica con estos rasgos en los poblados de Chiguaza y Paulo VI, hacia el sector norte del valle. No obstante, Rostoker (1996, 2005), en sus trabajos en Sucua, en el sur del valle, no ha reportado material semejante; lo que probablemente define el área de asentamientos Sangay entre el río Palora y el cauce alto del río Upano. Tanto las formas de las vasijas como los motivos decorativos están muy vinculados a rasgos netamente amazónicos. Por las características de la evidencia reducida especulamos en que la ocupación Sangay fue dispersa y probablemente de bajo índice poblacional. Esto habría cambiado drásticamente con la llegada de los grupos Upanos al valle.
2.Ocupación Upano: los grupos de la tradición Upano probablemente se asentaron en el valle alrededor del 380 a.C.. La llegada de estos grupos a una zona estratégica por su ubicación para el intercambio comercial, sin duda habría generado cambios significativos en la región. Es posible que tras ir consolidando su dominio en el valle, paulatinamente incrementaron los contactos comerciales con el área andina. Al parecer en este período en varios lugares de la frontera andino-amazónica se vive un momento de contacto intenso. La primera fase de Upano se habría desarrollado entre el 380 a. C. y el 65 d.C., en la cual se inicia el intercambio comercial con la sierra. Característica de este período es la presencia mayoritaria de la cerámica del tipo Upano Rojo entre Incisiones, aunque también se encuentran presentes los tipos Upano Inciso, Upano pintura Roja y Upano Ordinario. La segunda fase Upano habría estado caracterizada por el inicio de las construcciones de montículos probablemente hacia el 65 d.C., en este período se registra el aparecimiento de la decoración negativa y la pintura blanca y roja en los cuencos, así como también la incorporación de una nueva forma cerámica: las fuentes. Como resultado de las tareas de construcción de montículos se habría incrementado significativamente el número de la vajilla cerámica para servir alimentos; así como también las dimensiones de los recipientes donde probablemente se contenía la bebida. Esto lo podemos evidenciar directamente en el incremento del material cerámico de La Lomita, especialmente vinculado a recipientes de almacenar y servir. De acuerdo a Rostain (1999b, 2006) las evidencias de una capa de ceniza volcánica reflejarían que la ocupación Upano habría desaparecido por una erupción del volcán Sangay. El fin de la ocupación Upano habría tenido lugar alrededor del 400 d.C.
3.Ocupación Huapula: según Rostain (2006), luego de un período de intensa actividad volcánica del Sangay, el valle habría sido abandonado para siglos más tarde ser reocupado por los grupos Huapula entre el 700 y 1200 d.C.. La comparación etnográfica de un contexto doméstico y las viviendas Achuar de la amazonía ecuatoriana dejan entrever que los grupos Huapula no habrían sido muy distintos a los grupos Achuar contemporáneos. De filiación y características netamente amazónicas, los nuevos ocupantes del valle aprovecharon algunos de los montículos dejados por los Upanos siglos antes. La evidencia material se encuentra caracterizada por la presencia de la decoración corrugada en vasijas amplias probablemente usadas para contener chicha; así como en metates y manos de moler. Las características de los contextos excavados presentan elementos domésticos que nos conducen a pensar que la ocupación Huapula fue dispersa y no tuvo la fuerza de la anterior ocupación. Estos grupos habrían llegado a la zona alrededor del 700 d.C. y su ocupación pudo haberse mantenido hasta el 1200 d.C.


Discusión

La habitación del valle refleja episodios concretos en los que se produjeron asentamientos con influencias estilísticas particulares. Más aún, su ubicación en las inmediaciones de la cordillera establece un vínculo entre las regiones andina y amazónica que no se puede pasar por alto. En la arqueología ecuatoriana este problema no ha sido lo suficientemente discutido y pocos trabajos analizan las evidencias de esta conexión (Bruhns, Burton y Rostoker, 1994; Bray, 1996). Es necesario abordar con mayor profundidad las influencias que ejercieron entre sí dos sistemas culturales distintos. Las particularidades de cada uno de ellos los convierten en sistemas fuertes que, sin duda, ejercieron presión en las áreas limítrofes provocando constantes intercambios de información. Precisamente, el valle del alto Upano (considerado como selva alta) presenta las condiciones ideales, dada su estratégica ubicación, para explorar las formas de interacción entre estas dos regiones en la época prehispánica.

Uno de los trabajos que examina algunas pruebas de este contacto es el presentado por Bruhns, Burton y Rostoker (1994). En él analizan concretamente el caso de la cerámica de bandas rojas entre incisiones encontradas en yacimientos de la sierra. De acuerdo a este estudio, los resultados del análisis de las pastas realizado a este material determinan que la arcilla no es local y su fuente se localiza en las estribaciones orientales cercanas al volcán Sangay. Es decir, el origen de esta cerámica de bandas rojas entre incisiones encontrada en la sierra, pertenecería a la región del Alto Upano. De ser este el caso, los nexos de la sociedad Upano con la sierra podrían haber comenzado al menos entre el 300 a.C.. Esta información correspondería con el comienzo de la ocupación Upano estimada aproximadamente entre el 380 a.C.. Por lo tanto, el predominio del tipo cerámico Upano Rojo entre Incisiones sobre otros tipos en esta etapa puede muy bien verse reflejado en su aparecimiento en la sierra.

“Uno de los primeros materiales foráneos notado en las excavaciones en Pirincay fue la cerámica IFR (Inciso Franjas Rojas). Fue por primera vez que se encontró dentro de un buen contexto estratigráfico. Sin excepción, la cerámica IFR se encuentra en las capas superiores del basural, asociada con material pertinente a la ocupación tardía de Pirincay. Esta fase fue fechada por medio de C14 aproximadamente entre 400 a.C.-100 d.C.. Es así como en esta época podemos distinguir algunos cambios dentro de la red de intercambio a larga distancia. Los artefactos costeños: cuentas de Spondylus, cerámica chorreroide y conchas del mar, se hallaron en cantidades menores o desaparecieron. A la vez, el intercambio con las culturas peruanas creció y tenemos evidencia de pastoreo de llamas, del crecimiento de las artes textiles, del conocimiento del uso de metales (cobre, cobre dorado, oro fundido) y el patrón centro-andino de las fiestas en las cuales se halló el consumo de carne de llamas y una bebida (¿chicha?), la disposición ritual de los restos animales, y las ollas y copas rotas en pozos especiales” (Bruhns et al., 1994:58).

Bruhns, Burton y Rostoker señalan además, que el aparecimiento del Rojo entre Incisiones coincide con un momento en el que los contactos comerciales con la costa se ven disminuidos; abriendo esta situación claramente las oportunidades de comercio con la región amazónica. Bajo estas circunstancias se abre la posibilidad para pensar que los grupos Upano empezaron un intercambio comercial con la región interandina desde sus inicios. De esta manera se podría entender que el crecimiento paulatino de la actividad comercial produjera su afianzamiento en la región; pues cabe suponer que un incremento en el comercio pudo coadyuvar a generar recursos suficientes que respalden el crecimiento económico y por consiguiente la construcción de montículos.

Las evidencias de cerámica de origen Cosanga sugieren claramente que su llegada fue producto de un contacto comercial, o bien con los grupos asentados hacia el norte en la ceja de montaña y piedemonte oriental, o por medio de un contacto con la sierra. De cualquier modo el hallazgo de restos de esta cerámica asociada a los niveles profundos, permite ver que los grupos Upano para entonces no fueron los únicos en extender sus contactos con la región interandina, puesto que, hacia el norte en la zona de los valles de Cosanga, Baeza y Quijos, los grupos Cosanga ya habían estructurado una red comercial con los pueblos de la sierra. Ya anteriormente la investigación llevada a cabo por Tamara Bray (1996) sacó a relucir que la cerámica Cosanga (Panzaleo) fue producida en la amazonía y que la presencia de ella en contextos serranos obedece a dinámicas de intercambio. Bray al revisar algunas fechas tempranas para esta cerámica termina por aceptar una distribución cronológica que ubica la presencia de esta cerámica en contextos serranos entre el 300 a.C. y el 1550 d.C.. Este fechamiento temprano se encuentra en relación con la fecha estimada del surgimiento de la sociedad Upano. La aparición de esta cerámica en el contexto de la Lomita no sólo es un indicio de que esta cerámica constituía ya un objeto de intercambio, sino que puede tal vez ayudarnos a explicar la presencia de cerámica Upano en contextos serranos como el de Pirincay. Pues, es posible que la gente Upano haya tratado de involucrarse en un modelo comercial parecido al de los Cosanga, especialmente dada la necesidad de afianzar las redes de intercambio. Podríamos pensar entonces, que al poder establecerse dentro de una red de intercambio con los pueblos interandinos, seguramente obtuvieron los beneficios necesarios que permitieron financiar la construcción de montículos artificiales y consolidarse en la región.



En los tres momentos de ocupación del valle se perciben claras diferencias entre las vajillas usadas en cada cultura. Tanto la cerámica Sangay como la Huapula presentan formas y decoraciones muy comunes en la región amazónica. Por el contrario, la cerámica Upano aunque mantiene algunas formas que se encuentran con frecuencia en otras áreas de la amazonía, incorpora otras tantas más relacionadas con los grupos serranos. A ello se suma la presencia de la decoración negativa muy frecuente en la sierra y costa.

Por otro lado, la construcción de montículos artificiales conservando algunos patrones hasta cierto punto geométricos, sugiere una influencia que pudo bien llegar desde la sierra o incluso desde la costa. Pues, es evidente que el fenómeno de montículos entre los Upano aparece tardíamente. Es decir, luego de un considerable lapso de tiempo de mantener contacto con la sierra:

“Las influencias de la sierra se hallan presentes en la edificación de montículos artificiales de tierra, la difusión de cerámicas en el seno de una extensa red comercial, el uso de metates de piedra pulida y de grandes ollas para preparar cerveza de maíz. Por otra parte, se pueden apreciar numerosas características de las culturas selváticas amazónicas, entre ellas la ubicación de los sitios a orillas de un río, la técnica de fabricación y el decorado de la cerámica” (Rostain, 1999b: 59).

A ello se puede añadir dos eventos que ocurren en la segunda fase de Upano y se perciben en el material cerámico. Por un lado hay un notable incremento de la vajilla cerámica, especialmente de cuencos y ollas; y por otro se percibe un incremento en el tamaño de los recipientes de manera considerable. Este aumento del tamaño y cantidad de los recipientes se asocia a la vajilla de almacenar y servir. Consecuentemente este fenómeno podría bien reflejar la organización de fiestas comunales con ocasión de la construcción de montículos. Pues, no resultan ajenas las prácticas en las que algunos pueblos prehispánicos con ocasión de la construcción de algún montículo o estructura importante, organicen fiestas en las que se distribuye comida y bebida con el fin de fortalecer la imagen de reciprocidad entre el pueblo y sus gobernantes.

En fin, la evidencia fruto del análisis del material cerámico de La Lomita permite establecer algunas correlaciones con la finalidad de reorientar la visión sobre el desarrollo cultural en el valle del Alto Upano. Cabe, sin embargo, resaltar que las intenciones del presente trabajo han sido poner un poco más de luz sobre el desenvolvimiento cultural prehispánico de los sociedades amazónicas a partir del análisis del material cerámico del sitio La Lomita; aunque es claro que todavía quedan muchas interrogantes por explorar con respecto al tema.

Conclusiones

Luego de varios años de incertidumbre con respecto a la tipología y cronología establecida por Porras para la tradición Upano; el hallazgo de evidencias de la ocupación tardía Huapula permitió a Stephen Rostain vislumbrar la posibilidad de la existencia de otras ocupaciones en el valle, lo que le llevó a establecer un nuevo cuadro cronológico (Rostain 1999b, 2006). Parte de los planteamientos de Rostain han podido ser corroborados en el presente trabajo.

El estudio de la tipología y la construcción de una cronología cerámica para el sitio La Lomita redireccionan las visiones sobre el desenvolvimiento cultural prehispánico en el valle del Alto Upano, al establecer la presencia de tres ocupaciones culturales diferentes, representadas por los conjuntos cerámicos Sangay, Upano y Huapula.

La evidencia de restos de una ocupación temprana identificada como “Sangay” presenta características de pasta, forma y decoración que están guiadas por técnicas y estilos muy propios de la región amazónica. La presencia de vasijas con formas y estilos decorativos clásicos de las tierras bajas son elementos de juicio que permiten identificar a la vajilla Sangay con un estilo netamente amazónico.

Así también, encontramos una cerámica caracterizada por una decoración con pintura roja entre incisiones, que marca la ocupación Upano. Esta ocupación, presenta evidencia de al menos dos fases culturales. Una primera fase que marca el inicio de la ocupación del valle entre el 380 a.C. y el 55 d.C., seguida de una segunda fase en la que tiene lugar la construcción de montículos entre el 50 d.C. y el 400 d.C.

Paralelamente podemos señalar que el conjunto cultural Upano presenta algunos elementos no comunes en la región amazónica, además de algunos utensilios cerámicos importados desde otras áreas. Por ejemplo, la presencia de cerámica con bandas rojas entre incisiones en algunos lugares de la sierra, así como la recurrencia de decoración negativa, además de cerámica no local del estilo Cosanga reflejan los contactos con otras regiones.

Por otra parte, la evidencia, aunque exigua, de fragmentos de cerámica Huapula en los niveles superficiales de La Lomita, permitió corroborar la ocupación tardía de la zona por parte de los grupos Huapula; cuestión que ha sido fuertemente evidenciada anteriormente por Rostain (1999a, 1999b, 1999c, 2006).

Finalmente, es claro que el valle del Alto Upano fue escenario de un complejo desarrollo social prehispánico. Diferentes culturas en distintas épocas ocuparon el valle, dejando algunas pistas sobre su paso. La intención, precisamente de este trabajo ha sido presentar desde una perspectiva diacrónica, a partir del análisis de la cerámica del sitio La Lomita, los procesos culturales ocurridos en un sitio en particular, con la finalidad de que sirvan a su vez de referencia y comparación para el entendimiento del desarrollo cultural acaecido en la región.

Notas:

1.Porras denominó al recinto principal de sus investigaciones como “Sangay”, dado que el volcán localizado al oeste del valle domina la vista de la cordillera. Porras creía que los grupos Upano adoraban al volcán por lo que orientaron sus montículos hacia el mismo. En la actualidad el proyecto Sangay-Upano renombró al sitio como Huapula, nombre del río que corre al este del recinto. Las nuevas investigaciones no han podido comprobar un culto al volcán; aunque sí se ha demostrado que las plataformas no se encuentran orientadas al nevado (ver Salazar, 2000).
2.Sobre esto Porras (1987) realizó interpretaciones muy al azar, como por ejemplo el hecho de afirmar que la distribución de los montículos seguía un patrón iconográfico en el que supuestamente podía apreciarse la imagen de una hembra jaguar en trance de cópula con un hombre. Los trabajos últimos del proyecto Sangay- Upano, de acuerdo a los nuevos levantamientos topográficos, han desechado la idea de una iconografía presente en la distribución de los montículos del recinto Huapula (ver Salazar, 1999: 204-205).
3.Adicionalmente, en la misma publicación, Rostain señala la existencia de otro conjunto cerámico distinto de los anteriores denominado “Kilamope”. No obstante, la falta de mayores evidencias no permite discernir de manera explícita si se trata de un conjunto distinto o una cerámica característica de una fase tardía de Upano (2006:4).
4.Incluso me atrevería a decir que es la única evidencia concreta de ocupación prehispánica sobre un montículo de la región. Esto resulta extraño; ya que, tanto Rostain como Salazar atribuyen un carácter ocupacional a los montículos. No obstante, hasta la fecha no se ha podido identificar todavía sobre los montículos ningún contexto habitacional Upano.
5.Digo tres fases ya que Porras distingue una fase temprana a la que denominó como Pre-Upano.