El tesoro del Tres de Mayo
Roberto Cueva Gómez
Cuentan que hace varios años en el parque central de la ciudad de Macas se reunía un grupo de jóvenes a contar sus amoríos, desengaños y picardías.
Leonardo, hijo del dueño de la Residencial “Elsita”, entre misterioso y enigmático, planteó a sus amigos cumplir una interesante tarea:
- Muchachos, necesito de ustedes la mayor discreción posible, se trata de nuestro futuro, es algo muy serio. Detrás de mi casa, todas las noches de luna llena veo una llamarada. Comienza a quemar a partir de la medianoche. Estoy seguro que allí hay algún tesoro, no me cabe la menor duda. Les propongo desenterrarlo.
- Claro, no podía ser de otra manera. No has dicho a ningún sordo.
- Sacamos el tesoro y adiós pobreza.
- Manos a la obra.
Todos los jóvenes estaban de acuerdo, desaprovechar la ocasión significaba seguir en la pobreza. Realizaron los preparativos y eligieron la fecha, sería el tres de Mayo, día apropiado, según la tradición, para sacar tesoros y entierros.
Leonardo reunió a sus amigos y con el mayor sigilo los llevó al lugar.
- Amigos, este es el lugar. Nada de burlarse, mucho celo y tino. Cuidado con ambicionar en exceso pues corremos el riesgo de que el tesoro se convierta en piedra o se esfume por encanto.
- Descuida, todo será perfecto. Cavaremos todos a la vez.
Germán, Aníbal y el “Pato” toman las herramientas. Cavan y cavan, sudan copiosamente. Napo, armado de un buen látigo, bendecido para el efecto, “cuerea” e insulta a los mil demonios y de vez en cuando a los excavadores para alejar los malos pensamientos.
Riegan agua bendita para alejar los espíritus malignos y cerrar el cuadro santificado hecho con cuatro velas prendidas alrededor del ya profundo hueco. Leonardo anima a todos.
- Sigan muchachos, no desmayen, quisiera ayudarles pero no puedo. De acuerdo a las reglas del espiritismo el dueño de la huaca no debe participar, podría perderse el tesoro. Sólo puedo brindarles una guayusita bien caliente con punta.
Ya cuando el hoyo estaba a más de dos metros de profundidad el grito de Germán elevó el entusiasmo.
- ¡Lo encontré! ¡Lo encontré!. ¡Somos millonarios!
Luego de verificar el tan ansiado hallazgo, Leonardo se mostró indignado:
- Nada de tesoro, es una piedra, una maldita piedra. No me queda la menor duda de que ambicionaron en exceso, pese a la advertencia que les hice. Vean los resultados.
Cabisbajos y cargando su culpa se retiraron del lugar.
Semanas después, las burlas y conjeturas se hicieron al respecto. Lucho, el inseparable amigo de Leonardo se enteró de lo sucedido y acudió a él.
- Leo, mi querido amigo, ando como diablo en botella por saber cómo mismo fue eso del tesoro, cuéntame.
- Cómo recordarás yo debía cavar detrás de mi casa una letrina, fue la tarea que me impuso papá, pero el trabajo era un gran sacrificio para mí, así es que Germán, Aníbal, el Pato y hasta el Napo me dieron cavando con el pretexto de que allí reposaba un fabuloso entierro, ja ... ja ... ja.
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